Silvestre
Es frecuente la precariedad de recursos humanos
y técnicos en los servicios municipales de parques y jardines de los
municipios. La gestión de conservación está privatizada en la mayoría de las
ciudades. Los intereses económicos, la falta de medios y la desgana en los
responsables políticos y técnicos de los ayuntamientos conllevan un deterioro y
abandono de las zonas verdes.
El mantenimiento de estos espacios tiene tanta
importancia como la creación de nuevos parques y jardines. No es habitual, en
este país, que en los nuevos proyectos se tenga en cuenta la conservación del
espacio. Es más normal ver cómo se gastan grandes sumas de dinero en la ejecución
de los nuevos proyectos para que, a los
pocos años, presenten un estado lamentable por falta de un adecuado
mantenimiento.
Actualmente, la tendencia es diseñar jardines
que no requieran excesiva mano de obra y en los que las labores de
mantenimiento estén mecanizadas. Las superficies se siembran con cespitosas que
requieren gran consumo de agua (desiertos verdes), se adoquinan o se cubren
con un geotextil, los árboles están constreñidos en unos alcorques ridículos y
los parterres son monocultivos arbustivos. Las rosaledas, setos, borduras y las
plantas vivaces y de temporada prácticamente han desaparecido. Los árboles de
gran porte no se plantan porque acarrean problemas en el mantenimiento.
Hay menos diversidad vegetal, los espacios son más homogéneos. Con
segadoras, desbrozadoras y cortasetos se llevan a cabo la mayoría de las
labores de conservación.
Esta tendencia de minimizar los trabajos de
mantenimiento en las zonas verdes, en muchos casos, se enmascara con el término
«sostenibilidad», que va asociado a otra palabra que también está de moda, «resilencia»,
que es la capacidad que tienen los seres vivos para adaptarse a los cambios. Por
una parte, aconsejan la utilización de especies resilientes; por la otra,
suprimen cualquier brote de árbol que haya salido de manera espontánea.
Se racanea en el agua, en la superficie de
cultivo y en la calidad de la tierra. Los árboles caducifolios, en este clima,
tienen pocos recursos para adaptarse a estas nuevas condiciones de escasez de
lluvia y altas temperaturas. Podemos ver cómo la falta de riego está
secando las arboledas de las calles. Este déficit hídrico se agudiza con la
falta de precipitaciones y el aumento de la temperatura. Tenemos un buen
ejemplo con las calles que están plantadas de tilos, árboles que presentan
serias dificultades para su desarrollo en un clima continental como es el
nuestro. Tendríamos que hacer un esfuerzo en su mantenimiento, empezando por el
riego (imprescindible la conservación de las caceras) y el no refaldado de sus
troncos.
Si se hace una nueva plantación, es obligado
hacerla mixta, con especies de mayor desarrollo que protejan a los tilos, y se
ha de demandar al Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural,
Agrario y Alimentario (IMIDRA) un programa de cultivo, en su vivero de
Sotopavera, de las especies que se deban plantar. Un jardín es sostenible cuando lo preservamos para las
generaciones futuras. No tenemos que olvidar que la jardinería es el oficio del
cuidado de las plantas.