¿Por qué no votan los anarquistas?

Secretaría de Organización de CNT Aranjuez

Cuando llegan las fechas electorales, normalmente cada cuatro años, surge inexorablemente la cuestión de la obligación “moral” de votar porque, se supone, que votando se contribuye a que las cosas mejoren. De esta manera, las personas que no votan, bien porque no saben a quién, bien por decisión política, son blanco de críticas de muchos “demócratas de pro” que consideran que los no votantes son los culpables de todas las desgracias futuras.

Dentro del anarcosindicalismo, la abstención activa en los comicios institucionales es la opción más adoptada por sus militantes y simpatizantes. CNT, en sus estatutos, dice en el artículo 6: “La Confederación utilizará siempre la Acción Directa, sin delegar las luchas económicas y sociales en institución mediadora alguna, despojando así la lucha obrera de toda injerencia política o religiosa”. 

La base del anarquismo es la autogestión, el apoyo mutuo y la solidaridad. No somos anarquistas solo porque no queremos que nos gobiernen, sino porque no creemos que los gobernantes vayan a darnos la oportunidad de crear un mundo nuevo, no confiamos en sus intenciones mediatizadas por el ansia de poder.

Dar patente de corso cada cuatro años y sentarse a esperar resultados no parece que sea la opción que vaya a solucionar nuestros problemas. Incluso aunque saliera la opción menos mala, no podemos dejar en manos de políticos cómo queremos que sean nuestras vidas.

En el siglo XIX, el anarquista italiano Errico Malatesta (1) escribió una serie de artículos como respuesta a los reproches de su antiguo compañero, el socialista Saverio Merlino (2), partidario de la votación. En palabras de Malatesta: “Acostumbrar al pueblo a delegar en otros la conquista y la defensa de sus derechos, es el modo más seguro de dejar vía libre al arbitrio de sus gobernantes”.

En las elecciones de 1931 y 1933, durante la II República española, CNT abogó por la abstención activa, hecho que influyó en los resultados debido a la cantidad de militantes que tenía este sindicato entonces. La postura de CNT en aquellos años era clara: no se confiaba en los gobernantes, fueran de derechas o izquierdas.

En el Pleno Nacional de CNT de enero de 1936 se ratificó el principio de la abstención activa, pero se renunció a hacer campaña en las elecciones, como había ocurrido en anteriores comicios. De ese modo no prescindía de los principios, pero no se haría oposición activa contra las elecciones. Esto produjo que muchos anarcosindicalistas votaran por temor a una derecha que había sido tremendamente represora en el último bienio.

Desde la llegada de la mal llamada democracia en España, CNT aboga por la abstención en las elecciones generales, autonómicas y municipales, lo que no impide que algunos de sus miembros tomen la decisión de acudir a las urnas puntual o sistemáticamente con la idea de “frenar”, en lo posible,  el avance de las derechas, convencidos de que mientras llega el tan ansiado cambio de modelo de sociedad no queda otra que utilizar lo poco que las instituciones nos ofrecen; es decir, se considera legítimo exigir y usar todos los recursos que los gobernantes ponen a nuestra disposición.

Sin embargo, la mayoría de anarcosindicalistas defienden la abstención por considerar que la historia ha demostrado que la vía institucional no solo impide consolidar la capacidad política conseguida con las movilizaciones y la gestión de nuestras vidas, sino que es una forma de acabar con ella. 

Según palabras de un compañero de CNT Aranjuez: “El voto es delegar y, por tanto, dejarse arrastrar por un sistema de poder y fuerza que no representa más que intereses económicos de las élites que mandan. Votar es justificar un juego ‘democrático’ en el que como participante activo/a legitimas la violencia del Estado, las fronteras, los ejércitos, el desigual reparto de la riqueza, los desahucios, las cárceles, etc. El que no sea el partido votado el que ejerza la fuerza no excluye tu responsabilidad. Formas parte de los votantes que penalmente seríais los cooperadores necesarios, sin los cuales no habría justificación posible, a un Gobierno de las élites, con suaves pinceladas sociales que mantengan retenidas cualquier iniciativa de rebeldía y cuestionamiento de la situación actual. No voto, me organizo, soy el que más derecho tiene a protestar y cuestionar el sistema, pues no soy cómplice del mismo. El que vota es el que ha de callar, dio carta blanca a lo que saliera y a que el interés general pase a ser lo fijado por los mandatarios de turno. Creo en la organización desde la base, sin jerarquías, sin jefes, sin Estado, y es posible. Lo imposible es mantenerse impasible ante la crueldad de este sistema”.

Ambas posturas en el seno anarquista llevan, en algunas ocasiones, a debates sobre la conveniencia o no de participar en el “juego institucional” para aliviar, de alguna manera, la dureza del sistema capitalista. Pero los principios de nuestra organización no varían, ya que esta forma de pensar es inherente a nuestro ideario y, sin entrar en juicios o descalificaciones para quien piense diferente, se sigue pidiendo la abstención.

Tanto es así, que CNT no participa tampoco en las elecciones sindicales por considerar que este es un modo representativo burgués y niega la acción directa y participativa de la clase trabajadora. Rechaza los comités de empresa por entrar en contradicción con los principios de acción directa y asamblearismo (Estatutos de CNT, título II, Objetivos, artículo 6).

Una de las máximas ácratas es contraria a la idea de Maquiavelo de que “el fin justifica los medios”, argumentación que es utilizada por quien considera que, a pesar de todo, se debería votar. La contraargumentación es que, por un lado cuanta más gente vota más se legitima el sistema y, por otro, no está garantizado que lo resultados sean los deseados.

Volviendo a Malatesta, este decía que la clase obrera no debería delegar en otros sus asuntos, sino que, a través de asociaciones de todo tipo, se debería practicar la regulación de sus intereses (3). 

Otra idea del anarquismo es que ni siquiera queda el consuelo de pensar que “alguien menos malo vendrá”, porque cuando se vota se hace a una parte de la estructura de poder que es mucho más amplia (judicial, medios de comunicación, poder económico)  y que tiene declarada la guerra a los movimientos, al apoyo mutuo, a la autogestión, fragmentándolos y llevándolos a su terreno, justamente a través del populismo de los políticos a su servicio.

Volviendo al principio, en estos días (cuando salga este número ya habrá pasado el día de las elecciones) muchas personas pensarán que no votar es una falta de responsabilidad política y que los que no lo hacen no tienen derecho a criticar al sistema. Sin embargo, el pensamiento libertario es todo lo contrario a la falta de implicación, porque la política se hace todos los días, sin cesiones a la institución y al Estado, llevando la autogestión y el apoyo mutuo como forma de vida, sin jerarquías y sin concesiones al poder. No se trata de votar o no votar, sino de qué hacemos durante los cuatro años que van de unas elecciones a otras.

Notas:

  • Errico Malatesta (1853-1932), máximo exponente del anarquismo italiano.
  • Francesco Saverio Merlino (1856-1930) fue un activista anarquista y teórico del socialismo libertario en Italia.
  • Malatesta, Errico (1978), La anarquía, Prtemiá, La Nave de los Locos.